Se abre una puerta. Música. No veo nada. Solo escucho
música y gente murmurando. Estoy nerviosa, mi cuerpo no responde como me
gustaría. La música cada vez es más fuerte y allí, a lo lejos, veo como un
hombre que parece un haz de luz, me llama a gritos. Salgo corriendo para
alcanzarlo, y cuando llego, ese hombre ataviado con un traje luminoso y una
tela rosada, me despista, se va.
Ahora está detrás de mí, llamándome, insistente, lo
busco, lo alcanzo, y de nuevo se va. Está jugando conmigo, dejándome en
ridículo, no lo entiendo, ¿qué le he hecho? No sé qué quiere, pero esto no me
gusta, me siento insultada, avergonzada, cansada.
¡Espera!, el hombre luminoso se va, veo como se
acercan más personas, y luego, luego me asusto, un hombre montado a caballo
viene detrás de mí, yo corro, y él, me persigue. Siento un gran dolor en el
cuello, sigo corriendo, la sangre me resbala por el cuerpo. Estoy cansada,
agotada, sin aliento. Entonces el hombre luminoso vuelve. Me engaña de nuevo, nunca
lo alcanzo, me siento agotada y sin fuerzas.
Pasa un rato y salen dos hombres, ataviados con dos
pinchos de colores cada uno. Salen corriendo para alcanzarme, me acerco a ellos
para que me dejen, pero entonces un dolor en el costado invade mi cuerpo, más
sangre, más cansancio, menos aliento. No entiendo nada, ¿por qué a mí? ¿Qué
está pasando?
Cuando todo parece haber acabado, sale de nuevo el
hombre luminoso, ahora con una tela roja. Me busca, sin querer, mi cuerpo le
obedece, intento defenderme, pero él juega conmigo, se burla de mí. Entonces
quiere que me acerque, me llama de forma perseverante. Me acerco corriendo.
Entonces noto como una gran espada recorre mi cuerpo, de la cabeza hasta la
barriga. Noto como fluye la sangre, como mi cuerpo me va abandonando. ¿Por qué
este hombre luminoso me ha matado sin yo conocerlo de nada?
Noto como me voy apagando, pero espera aún no ha
acabado, se acerca de nuevo, con una espada pequeña, me la clava, me quedo
inconsciente. Se acabó.
Se acercan dos hombre tirados por dos mulillas, mi
cuerpo es arrastrado por toda la plaza. Me despierto de repente, estoy en mi
cama. Todo ha sido un sueño.
No soy ningún toro al que han matado, pero por un
momento lo he sentido, he sentido su dolor, su desilusión, su agotamiento. Cada
día muchos toros son maltratados de esta forma, para que unas cuantas personas
se diviertan. Esto no es justo, un toro también es libre de vivir. Pongámonos
en el lugar de esos toros y sintamos el dolor que sufren sin más.
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