"La prensa es la artillería de la libertad"
Hans Dietrich Genscher (1927)

lunes, 5 de diciembre de 2011

EMPATÍA


Se abre una puerta. Música. No veo nada. Solo escucho música y gente murmurando. Estoy nerviosa, mi cuerpo no responde como me gustaría. La música cada vez es más fuerte y allí, a lo lejos, veo como un hombre que parece un haz de luz, me llama a gritos. Salgo corriendo para alcanzarlo, y cuando llego, ese hombre ataviado con un traje luminoso y una tela rosada, me despista, se va.
Ahora está detrás de mí, llamándome, insistente, lo busco, lo alcanzo, y de nuevo se va. Está jugando conmigo, dejándome en ridículo, no lo entiendo, ¿qué le he hecho? No sé qué quiere, pero esto no me gusta, me siento insultada, avergonzada, cansada.
¡Espera!, el hombre luminoso se va, veo como se acercan más personas, y luego, luego me asusto, un hombre montado a caballo viene detrás de mí, yo corro, y él, me persigue. Siento un gran dolor en el cuello, sigo corriendo, la sangre me resbala por el cuerpo. Estoy cansada, agotada, sin aliento. Entonces el hombre luminoso vuelve. Me engaña de nuevo, nunca lo alcanzo, me siento agotada y sin fuerzas.
Pasa un rato y salen dos hombres, ataviados con dos pinchos de colores cada uno. Salen corriendo para alcanzarme, me acerco a ellos para que me dejen, pero entonces un dolor en el costado invade mi cuerpo, más sangre, más cansancio, menos aliento. No entiendo nada, ¿por qué a mí? ¿Qué está pasando?
Cuando todo parece haber acabado, sale de nuevo el hombre luminoso, ahora con una tela roja. Me busca, sin querer, mi cuerpo le obedece, intento defenderme, pero él juega conmigo, se burla de mí. Entonces quiere que me acerque, me llama de forma perseverante. Me acerco corriendo. Entonces noto como una gran espada recorre mi cuerpo, de la cabeza hasta la barriga. Noto como fluye la sangre, como mi cuerpo me va abandonando. ¿Por qué este hombre luminoso me ha matado sin yo conocerlo de nada?
Noto como me voy apagando, pero espera aún no ha acabado, se acerca de nuevo, con una espada pequeña, me la clava, me quedo inconsciente. Se acabó.
Se acercan dos hombre tirados por dos mulillas, mi cuerpo es arrastrado por toda la plaza. Me despierto de repente, estoy en mi cama. Todo ha sido un sueño.

No soy ningún toro al que han matado, pero por un momento lo he sentido, he sentido su dolor, su desilusión, su agotamiento. Cada día muchos toros son maltratados de esta forma, para que unas cuantas personas se diviertan. Esto no es justo, un toro también es libre de vivir. Pongámonos en el lugar de esos toros y sintamos el dolor que sufren sin más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario